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El inicio de la Escuela Austriaca se remonta al trabajo de Carl Menger, un economista austriaco. Así, a los representantes de esta perspectiva económica particular se les suele llamar “austriacos”, aunque no tengan un vínculo geográfico con el país. Los análisis económicos de Menger enfatizaron el subjetivismo, la utilidad y el marginalismo (Quaas y Quaas 2013, 34). Los estudiosos posteriores que continuaron con la tradición de la escuela austriaca han expandido el canon añadiendo varios conceptos básicos. Los autores, tanto aquellos que se identifican como “austriacos” como otros que no, han destacado las siguientes propiedades distintivas de esta perspectiva (véase, por ejemplo, Holcombe 2014,107ff; Radzicki 2013, 145; Milonakis y Fine 2009, 254–25; Blumenthal 2007, 34–35; Hagemann 2010, 188):
● individualismo metodológico,
● costes de oportunidad,
● subjetivismo,
● política de laissez-faire (recomendación),
● énfasis en las dinámicas y los tiempos en los procesos económicos,
● incertidumbre fundamental,
● relevancia de los precios y libre competencia,
● una teoría monetaria de las crisis,
● un enfoque en el empresario,
● apriorismo y deductivismo fuerte y
● aversión y desconfianza hacia el uso de métodos matemáticos y estadísticos en economía.
A continuación, se detallarán estos conceptos centrales con mayor detalle.
Ha transcurrido un tiempo considerable entre la publicación de los Grundsätze de Carl Menger en 1871 y la publicación de los escritos de los estudiosos austriacos contemporáneos (los llamados Nuevos Austriacos); tiempo en el que ha habido mucha actividad. Menger, que puede considerarse el fundador de la perspectiva, fue una figura central en la revolución marginalista en la economía y realizó una gran contribución al desarrollo de la teoría del valor subjetivo y a la teoría de la disminución de los rendimientos marginales. En el transcurso del siglo XX, la escuela austriaca, sin embargo, tuvo que lidiar con rupturas históricas, que tienen que ver con la emigración forzosa de sus miembros de Europa a los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, así como con la marginación de sus representantes en el mundo académico a mediados de siglo. Esta “historia turbulenta” hace que sea difícil obtener una imagen coherente y uniforme de la escuela austriaca en forma de desarrollo lineal y coherente, que comience con Menger y llegue hasta los académicos contemporáneos. Por lo tanto, el tratamiento recibido por esta escuela en la historia del pensamiento económico la ha dividido en cuatro (o cinco, si uno cuenta a los austriacos actuales) generaciones o etapas (Quaas y Quaas 2013; Blumenthal 2007).
Las diferencias históricas y analíticas entre estas diferentes generaciones se discutirán de forma más extensa en la sección 8. Sin embargo, el resto del texto desarrolla una descripción de tipo ideal, que enfatiza las similitudes en el pensamiento austriaco en lugar de las diferencias.
De esta manera, las autodescripciones de los Nuevos Austriacos servirán como una fuente entre otras muchas. En este contexto, es necesario tener en cuenta que las perspectivas marginales en el pensamiento económico han tratado conscientemente de describirse como un paradigma coherente. Esto forma parte de una estrategia política premeditada, ya que pueden presentarse como alternativas bien elaboradas a la corriente dominante (Backhouse 2004, 268). Como consecuencia, la autodescripción de los Nuevos Austriacos se evaluará de manera crítica y se complementará cuando sea necesario en el texto a continuación. De este modo, la intención es evitar reproducir un «austrianismo bastardo» (Quaas y Quaas 2013, 33), que consciente o inconscientemente interprete erróneamente y reinterprete el pensamiento de la escuela austriaca original.
El foco de atención de la investigación que se lleva a cabo en la tradición de las escuelas austriacas reside en investigar la coordinación económica entre los individuos. Este tema ya se puede ver, hasta cierto punto, en el trabajo de Menger (Blumenthal 2007, 36). Sin embargo, la principal preocupación de Menger era la tensión entre las necesidades humanas y los bienes escasos, que se dan exógenamente. Esto acerca su análisis del problema económico central a la escuela neoclásica, que también hace hincapié en la asignación eficiente de los recursos (Yagi 2010, 32–33). Sin embargo, a los austriacos, que aluden al trabajo de Friedrich A. von Hayek, les interesa menos investigar los equilibrios del mercado o la eficiencia de los mercados (cf. Holcombe 2014, 51). En cambio, la economía de mercado se concibe como un mecanismo de coordinación que permite a los individuos hacer uso de la información para planificar su actividad económica de tal manera que, en última instancia, sea coherente con los planes de todos los demás actores económicos. Esta propuesta de los austriacos los lleva a una evaluación positiva de los mercados. Aún así, se reconoce que este mecanismo de coordinación no siempre funciona a la perfección. Por lo tanto, para los austriacos, uno de los objetivos más importantes del análisis económico es descubrir por qué la coordinación se puede romper de vez en cuando (Holcombe 2014, 2). En general, la investigación de la escuela austriaca se ocupa de comprender los procesos relacionados con la asignación de recursos y la coordinación de los planes de demanda y oferta (Holcombe 2014, 5).
Los economistas austriacos conciben el mercado como un proceso de mercado. Una premisa fundamental es que la coordinación de los planes individuales para la oferta y la demanda nunca funciona a la perfección ya que los planes se refieren al futuro y, por lo tanto, están sujetos a incertidumbres fundamentales (Holcombe 2014, 1). En consecuencia, nunca se alcanzará el equilibrio de precios y las cantidades de bienes y servicios. Así, si bien hay tendencias que empujan a los mercados hacia un estado de equilibrio, los austriacos sostienen que el entorno del mercado está sujeto a cambios continuos en las preferencias, la tecnología y el conocimiento. Además, se considera que la información necesaria para llegar a un equilibrio está dispersa entre todos los participantes en el mercado, lo que imposibilita una suma que dé lugar a un estado de equilibrio. Por lo tanto, para los austriacos, el equilibrio del mercado es solo un concepto hipotético que, sin embargo, algunos de sus representantes han empleado con fines analíticos (por ejemplo, Hayek 1976, en Quaas y Quaas 2013, 142). Aun así, argumentan que no se puede considerar una descripción adecuada de la realidad. Por contra, se concibe el equilibrio del mercado como un objetivo en continuo movimiento. Los mercados tienden a aclarase, pero una vez se interrumpen las configuraciones existentes de precios y cantidades, estas perturbaciones conducen a un cambio generalizado en las circunstancias económicas, lo que impide que la economía regrese al estado en el que se encontraba antes de la perturbación (Holcombe, 2014, 11).[i]
Otro elemento analítico de la escuela austriaca es el concepto de orden espontáneo, que denota el estado ordenado que surge de los planes descentralizados de los individuos y que fue acuñado por Hayek (1960, 38). Los resultados del proceso de mercado se interpretan en este sentido como “resultados de la acción humana, pero no diseñados por humanos” (Hayek 1969, 97-107). Esta valoración ilustra que, a ojos de los austriacos, la planificación central o los diseños y predicciones que llevan a cabo los gobiernos ofrecen un rendimiento económico muy limitado o inexistente. En cambio, la perspectiva austriaca concluye que las autoridades centrales no pueden predecir ni controlar el comportamiento de los individuos (Holcombe 2014, 4).
Para que esta coordinación económica descentralizada e individual de los planes a través del mercado funcione, según Randall Holcombe, es determinante que surja nueva información a través del proceso del mercado (Holcombe 2014, 10). La concepción del mercado como un procedimiento de descubrimiento ilustra esta función del mercado. En este sentido, el mercado genera información sobre las relaciones de escasez que cambian continuamente, lo que a su vez les permite a los individuos ajustar sus planes futuros a las condiciones cambiantes y lidiar con las contingencias (Holcombe 2014, 10). Haciendo referencia al trabajo de Hayek, es importante tener en cuenta que en este contexto, los mercados se entienden como mercados competitivos, ya que dicha información solo se puede generar en una situación de competencia. Para ilustrar la función de descubrimiento del mercado, Holcombe utiliza el ejemplo de Leonard Read de la producción de un lápiz. La producción del lápiz requiere una compleja coordinación de actividades que diferentes personas llevan a cabo de acuerdo con la división del trabajo. Solo el proceso de intercambio de mercado permite descubrir la información necesaria acerca de los precios de los factores de producción (por ejemplo, el grafito); en consecuencia, los productores pueden decidir qué combinación de materiales utilizarán en el proceso de producción. El mercado, por lo tanto, descubre el valor de los factores en la producción, así como el valor de los bienes y servicios producidos posteriormente. Mientras tanto, los precios del mercado agregan la información de diferentes participantes del mercado. En consecuencia, el productor de lápices no necesita saber cómo extraer el grafito para poder utilizar el conocimiento de aquellos que sí conocen el proceso de extracción. El conocimiento permanece descentralizado y, sin embargo, las actividades de los actores económicos se coordinan de tal manera que al final se produce un lápiz que funciona perfectamente. Los representantes de la escuela austriaca sostienen que en ausencia de los precios del mercado, los actores económicos solo tendrían una capacidad muy limitada para coordinar sus actividades económicas, ya que el conocimiento se caracteriza por su carácter descentralizado y tácito (Holcombe 2014, 14).
Respecto a la esfera productiva, los miembros de la escuela austriaca distinguen entre gestión y emprendimiento. La función de gestión de una empresa consiste en encontrar la combinación óptima de insumos y su cantidad óptima para llegar a la manera más eficiente de producir mediante una función de producción determinada. En este caso, los parámetros de la función de producción se toman como predeterminados. El emprendimiento, por el contrario, denota el descubrimiento de oportunidades de lucro hasta ahora inexploradas. Esto se logra desarrollando nuevas formas de combinar factores de producción, así como agregando nuevos factores de producción y alterando (cualitativamente) el resultado del proceso de producción. El emprendimiento, por lo tanto, cambia la función de la producción en sí (Holcombe, 2014: 24).
El concepto de emprendimiento es un elemento central en la escuela austriaca, porque de él dependen los efectos de aumento de bienestar del proceso de mercado. La economía neoclásica desarrolla el concepto de un equilibrio eficiente en el sentido de Pareto, es decir, un estado en el que nadie puede aumentar el bienestar mediante transacciones adicionales sin empeorar a otros. Para los austriacos, sin embargo, un estado tal nunca se puede lograr. Por contra, sostienen que el bienestar aumenta continuamente a través de la actividad empresarial y la innovación.[ii]
Otro aspecto importante que ocupa un lugar destacado en los análisis de los austriacos es el enfoque en la economía monetaria y las dinámicas asociadas a ella (Hagemann, 2010, 183). Carl Menger dio comienzo a esta tradición de investigaciones desarrollando una teoría del dinero (mercancía), que adopta una perspectiva evolutiva sobre el desarrollo del dinero y que afirma que la aparición del dinero puede explicarse en términos de un orden espontáneo de acción individual y no en términos de intervención gubernamental intencionada (Menger 1892, Holcombe 2014, 3–4).
En su teoría del capital y los intereses (la llamada teoría del Agio), Eugen von Böhm-Bawerk elaboró la tesis de que los individuos consideran que los bienes presentes son más valiosos que los bienes futuros. Este razonamiento se utiliza a menudo en la economía contemporánea y ofrece una justificación para la existencia de los intereses. Böhm-Bawerk explica con más detalle el proceso de creación de valor, es decir, la capacidad que el productor tiene para generar ingresos que superen los intereses. Argumenta que esto puede explicarse por el hecho de que el productor empleará el dinero prestado para adquirir bienes de capital, que a su vez pueden utilizarse para expandir el proceso de producción y añadir etapas adicionales. Estas etapas adicionales, que aumentan el marco temporal y la sofisticación tecnológica del proceso de producción, son más exitosas porque, al introducir pasos intermedios en el proceso de producción, la producción se incrementa tanto en calidad como en cantidad (Quaas und Quaas 2013, 69 –72).[iii]
La concepción de la economía orientada a los procesos también ha inspirado otro campo de investigación de especial interés para la escuela austriaca. Los miembros de la escuela han realizado varios intentos para abordar el problema de los ciclos económicos. Joseph Schumpeter (1911), Friedrich von Hayek (1931), Gottfried Haberler (1937) y Ludwig von Mises (1949), entre otros, han desarrollado teorías sobre los ciclos económicos y las crisis económicas. Mientras la teoría de la destrucción creativa de Schumpeter enfatiza la destrucción creativa de los sectores económicos establecidos por parte de los emprendedores y aborda los procesos de innovación (enlace evolutivo) extensamente, las otras explicaciones sitúan a la dinámica monetaria (endógena) en el centro de sus análisis. Las teorías sobre la dinámica monetaria y las crisis financieras han experimentado un interés renovado y han dado lugar a discusiones controvertidas a lo lago de la crisis financiera mundial de finales de la década de 2000. Así pues, en la sección 7, se elabora y analiza la teoría austriaca del ciclo económico desarrollada por Mises y Hayek.
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La escuela austriaca se adscribe a un subjetivismo fuerte, así como a un individualismo metodológico y quizá incluso ontológico (Blumenthal 2007, 35). El subjetivismo significa que el único mundo existente es aquel que los individuos perciben. Aunque al principio esto parezca una afirmación epistemológica, no obstante, tiene implicaciones ontológicas, ya que estipula que los hechos sociales, como los precios y los costes, existen solo dentro del individuo (Hall y Martin, 2011). En consecuencia, aunque se puedan discutir agregados o instituciones, siempre se pueden reducir a individuos, ya que ellos y sus acciones conforman el punto de partida de tales entidades (Hall y Martin 2011, 4).
Los problemas económicos de estos actores individuales son la coordinación de planes y la agregación de conocimientos. En el contexto económico, los individuos pueden actuar como consumidores o como empresarios. Los consumidores articulan sus demandas, lo que determina la forma del mercado, mientras que los empresarios son capaces de detectar una demanda aún sin explorar (Holcombe 2014, 21, 24). Este enfoque tiene fuertes asociaciones con la incertidumbre, la dispersión del conocimiento y la información, así como con el cambio de las condiciones ambientales en el tiempo histórico. Sin embargo, los representantes más antiguos de la escuela priorizan el problema de la asignación de los recursos limitados (cf. Yagi 2010, 27).
La forma en que los austriacos conciben la naturaleza humana es, en cierta medida, similar a la perspectiva de los economistas neoclásicos. Aún así, algunos austriacos han desarrollado una visión más elaborada de la naturaleza humana. Mientras que Menger defendió la concepción, un tanto simplista, de la construcción analítica del homo economicus con la racionalidad instrumental, la maximización de la utilidad y la información perfecta (Quaas y Quaas 2013, 38), otros austriacos han incorporado componentes sociales como las instituciones, el poder y el entorno social en su visión de la naturaleza humana (p. ej., Wieser, cf. Arena 2010, 112-113). El hecho de reconocer los factores contextuales no significa, sin embargo, que se prescinda del enfoque exclusivo del individuo como el sujeto activo. Por contra, solo significa que las acciones del individuo cambiarán en la medida en que este reciba información variable en función del contexto histórico.
Otra forma en la que al menos las nuevas generaciones de austriacos difieren de los economistas neoclásicos consiste en rebajar la importancia del concepto de maximización de la utilidad. A pesar de que los individuos actúan para alcanzar sus objetivos personales, no actúan como maximizadores de la utilidad per se. Por contra, solo actúan de acuerdo a sus preferencias. En el contexto de la incertidumbre, toda acción solo se lleva a cabo teniendo en cuenta sus consecuencias. Además, el mero hecho de realizar la acción puede generar conocimiento acerca de si la acción agrega utilidad o no. Esto significa que no puede haber un perfeccionamiento hacia un óptimo global. Dado que las acciones se realizan en tiempo histórico, no hay manera de verificar si las acciones alternativas podrían haber generado una utilidad mayor (Holcombe 2014, 31). Además, se considera que las preferencias son inestables; son subjetivas y dependen de los precios (Holcombe 2014, 19). Esto conduce nuevamente a una incertidumbre inherente y a una complejidad al nivel del mercado.
La incertidumbre y las preferencias variables también implican una concepción dinámica del tiempo. Así, se asume que las decisiones que las personas toman en el presente tienen consecuencias directas sobre las condiciones futuras. Las personas hacen planes basados en el conocimiento que tienen en el presente y forman expectativas sobre el futuro. El futuro resulta difícil de predecir ya que ocurren eventos imprevistos debido a la incertidumbre; sin embargo, los individuos tienen experiencias y acumulan conocimiento, lo que les permite desarrollar expectativas más o menos realistas sobre el futuro.
Los académicos en la tradición de la economía austriaca hacen hincapié en el componente subjetivo de la adquisición del conocimiento. Por consiguiente, no tiene sentido hablar de fenómenos objetivos a los que se pueda llegar a través de la experiencia sensorial o la observación imparcial. Por contra, todo el conocimiento relacionado con los fenómenos sociales se obtiene a través de las interpretaciones de los individuos y, por lo tanto, se construye socialmente. Hayek enfatizó este punto al afirmar que “en lo que respecta a las acciones humanas, las cosas son lo que la gente piensa que son” (citado en Hagemann et al. 2010, 257). El economista austriaco contemporáneo Peter Boettke también afirma que “los hechos de las ciencias sociales son lo que la gente cree y piensa que son” (ver Boettke). Además, Don Lavoie argumentó que esta comprensión austriaca de la ciencia interpretativa encaja dentro de la tradición de la hermenéutica, que se centra en la comprensión interna y no en explicaciones externas (Boettke y Prychitko 2011).
A diferencia de otras formas de constructivismo social radical, esta posición, sin embargo, no implica que la verdad científica se considere relativa, es decir, dependiente del observador, ni que las declaraciones científicas no puedan ser objetivas. Las leyes exactas de Menger derivadas deductivamente pretenden identificar los principios centrales de la vida económica, mientras que la praxeología de Mises deriva leyes históricamente válidas de los axiomas de la praxeología (ver Metodología [Sección 5]). En consecuencia y mediante un razonamiento lógico, el científico puede comprender (verstehen) los tipos de acción social que son “necesariamente verdaderos” y que, por tanto, pueden separarse tanto de las contingencias históricamente específicas como del propósito concreto hacia el cual está orientada la acción humana. De hecho, la pretensión de la praxeología como una ciencia sin valores y universal se basa en su ambición de encontrar las leyes que describan la forma de la acción humana, como la ley de rendimientos decrecientes o la racionalidad de los actores humanos, mientras deja intacto el contenido específico de la acción (Selgin, 1990, 19).
A su vez, estas leyes económicas universales se aplican a una amplia variedad o incluso a todos los fenómenos sociales. En su obra maestra Acción humana, Mises intentó no menos que desarrollar una ciencia, cuyas leyes serían válidas independientemente del “lugar, el tiempo, la raza, la nacionalidad o la clase” (Milonakis y Fine 2009, 256). En la perspectiva histórica, este objetivo de Mises puede considerarse un caso extremo, pero no uno anómalo. Los miembros de la escuela austriaca han enfatizado una y otra vez la amplia aplicabilidad del principio económico, es decir, el comportamiento individual racional y económico, que persigue el cumplimiento de objetivos, así como conceptos analíticos como subjetivismo e individualismo (Blumenthal 2007, 35). Emmanuel Hermann, un representante menos conocido de la perspectiva, incluso argumentó que el principio económico puede aplicarse a todos los aspectos del comportamiento humano e incluso a la naturaleza (Haller 1986, 198). En consecuencia, la economía austriaca se caracteriza por su perspectiva y un cierto modo de pensamiento más que por un interés especial en un fenómeno social particular.
La posición de la economía austriaca en términos de cuestiones metodológicas en general y la cuestión de la verificación empírica en particular es bastante curiosa; esto quizás se explique mejor si se considera el contexto histórico. El fuerte énfasis en la deducción y el apriorismo, así como el rechazo de las observaciones empíricas para la generación de nuevos conocimientos, probablemente estén relacionados con el papel y la declaración de Carl Menger en el famoso Methodenstreit [disputa sobre el método] con la Escuela Histórica Alemana.[iv] Friedrun Quaas sugiere que los argumentos de Menger que defienden la teoría deductiva contra el método realista-empírico, con el favor de los miembros de la Escuela Histórica, han provocado cierta “confusión” entre los austriacos tardíos en la medida en que preferirían trabajar de manera empírica, pero por razones teóricas adoptan una postura escéptica hacia los empíricos (Quaas y Quaas 2013, 40–41).
En el contexto de la praxeología, se ha argumentado que las inferencias estadísticas no pueden desempeñar un papel a la hora de formular teorías. Esto se debe a que el objetivo de las ciencias sociales consiste en encontrar un acceso interno, es decir, hermenéutico, que haga comprensibles las decisiones humanas (Milonakis y Fine 2009, 256; Selgin 1990, 14). Sin embargo, algunos austriacos han considerado que el uso de datos empíricos para comprobar hipótesis tiene valor científico en la medida en que puede ayudar a refutar una teoría cuando se aplica a un caso específico (por ejemplo, Hayek cf. Hagemann 2010, 222). Sin embargo, se rechaza la refutación de una teoría completa mediante pruebas empíricas, como postula el racionalismo crítico. El racionalismo crítico, que a menudo se asocia con el trabajo de Karl Popper, sostiene que una observación empírica que contradiga la teoría basta para demostrar que es equivocada. La ilustración más famosa de este razonamiento es que la observación de un cisne negro refuta la teoría de que todos los cisnes son blancos. Sin embargo, los austriacos modernos han cuestionado la validez de la evaluación de la teoría según este principio, entre otras razones, porque sostienen una definición diferente de lo que es empírico con respecto a las ciencias sociales (para una discusión, véase Rothbard 1997, en particular 64–66). En consecuencia, y en línea con su orientación deductiva, sostienen que solo una ruptura lógica o un error en la construcción de la teoría pueden explicar una refutación total.
Otra razón que motiva la aversión de los austriacos hacia los métodos estadísticos y matemáticos es la complejidad ontológica de la economía. Kurt Leube sostiene que tales métodos solo pueden generar conocimiento sobre entidades que son estáticas, que no piensan, que no actúan intencionalmente, que no aprenden y que no cambian, como las piedras o el agua, pero en ningún caso los humanos (Leube 2010, 263). En consecuencia, los austriacos a menudo comunican sus argumentos mediante descripciones verbales (“economía literaria” en palabras de Don Lavoie, cf. Boettke y Prychitko 2011, 136), así como empleando ejemplos históricos con fines ilustrativos. Además, los experimentos de pensamiento y los contrafácticos forman parte de sus métodos de elección (Aimar 2009, 204–205).
La praxeología es un enfoque metodológico que ha sido desarrollado por representantes de la escuela austriaca (en particular Ludwig von Mises) y se basa principalmente en el “axioma de la acción humana”. Este axioma señala que (solo) los individuos actúan con un propósito. El análisis praexológico se limita a preguntar si un determinado medio satisface la condición para lograr un fin determinado. Las preguntas sobre los orígenes de esos fines se consideran irrelevantes para el análisis. De esta manera, la perspectiva se protege contra las críticas que enfatizan la existencia de sistemas intersubjetivos de valoraciones y necesidades. A pesar de que las personas pueden influirse entre sí en cuanto a cuáles son sus fines, a ojos de los austriacos, esto no altera el hecho de que actúan para lograr esos fines. A pesar de que algunos defensores de la praxeología y de los enfoques epistemológicos y metodológicos asociados con Mises a veces pretenden hablar por todos los austriacos, hay que aclarar que Hayek, por ejemplo, así como el discípulo de Mises Murray Rothbard, se distanciaron del apriorismo extremo y de la hostilidad hacia lo empírico que el análisis praxeológico conlleva.
Las características políticas a menudo sitúan a la escuela austriaca cerca del liberalismo y el libertarismo y, como consecuencia, generalmente se considera una perspectiva hostil hacia el estado (Radzicki 2003, 145; Blumenthal 2007, 35). Antes de profundizar en los fundamentos teóricos de esta posición, hay dos cuestiones que deben tenerse en cuenta para evaluar esta afirmación.
La primera es histórica y tiene que ver con la gran heterogeneidad de posiciones políticas. En su reconstrucción histórica de la perspectiva, Friedrun Quaas encuentra vínculos con la política socialdemócrata y reformista (por ejemplo, Emil Sax), el nacionalismo conservador (por ejemplo, Frierich von Wieser) e incluso el marxismo (por ejemplo, Carl Grünberg) entre los representantes de las tres primeras generaciones de economistas austriacos (Quaas y Quaas 2013, Capítulo 1). Sin embargo, podría argumentarse que los representantes que no abrazaron los ideales políticos del liberalismo no deberían ser incluidos en la definición de austriacos. Sin embargo, tal clasificación daría lugar a la exclusión de, por ejemplo, Friedrich von Wieser, uno de los miembros fundadores de la perspectiva.
La segunda cuestión concierne al vínculo de los austriacos con el liberalismo, asunto que Randall Holcombe discute. Señala que si uno pretendiera entender la escuela austriaca como una ciencia positiva, no habría un vínculo necesario entre los análisis científicos y una actitud política liberal. En este contexto, “ciencia positiva” significa que la ciencia simplemente describe la realidad tal como es y no hace declaraciones sobre lo que sería deseable o bueno. Por ejemplo, la escuela austriaca concluye que la intervención del gobierno tiene un impacto negativo en el proceso del mercado y disminuye el bienestar. Una concepción positiva de la ciencia ahora implica que esto debe ser reconocido como un hecho científico, pero al principio no tiene más consecuencias. En una etapa posterior, este hecho se consideraría posteriormente en un proceso de deliberación normativa, donde la pérdida de bienestar como algo que se considera malo desde un punto de vista normativo se evalúa frente a otros valores normativos que podrían estar asociados con la intervención del gobierno y se toma una decisión en función del peso asignado a cada uno de estos valores (Holcombe 2014, 107). Holcombe, sin embargo, rechaza personalmente esta posición y, por contra, sostiene que los sistemas económico y político deben considerarse como interdependientes. Esto, a su vez, implica que separar las decisiones económicas de las políticas (normativas) es artificial (Holcombe 2014, 108).
La justificación teórica de las políticas de laissez-faire y a favor del mercado asociadas con la escuela austriaca se deriva de la conclusión de que el mercado asigna los recursos de manera eficiente y resuelve el problema de la coordinación (comparar con la Sección 2). La mirada escéptica sobre las intervenciones gubernamentales en el mercado se deriva de la suposición de que una entidad tecnocrática, a diferencia del mercado, nunca podrá comprender la complejidad del sistema económico o agrupar la información dispersa de los participantes del mercado de manera adecuada. Este argumento fue desarrollado en particular por Mises y Hayek en el curso del Debate sobre el cálculo económico en el socialismo (Mises 1912, Hayek 1945). [v][5] Además, su análisis sostiene que la regulación económica necesariamente conducirá a consecuencias imprevistas. Esto se debe a la complejidad de la economía, que la ciencia no puede comprender completamente. Si surgen nuevos problemas de los resultados de una regulación, esto, de acuerdo con los austriacos, inducirá al gobierno a desarrollar cada vez nuevas y más regulaciones para resolver los problemas que surgieron como consecuencia de regulaciones anteriores. Por lo tanto, se crea un círculo vicioso que a largo plazo moverá la economía hacia una planificación centralizada (Holcombe 2014, 108; Hayek 1944).
Además del estado, hay otro actor político que ha recibido fuertes críticas de los austriacos en el pasado reciente, a saber, los bancos centrales. Esta crítica se deriva de las conclusiones de la teoría austriaca del ciclo económico (que se describe con más detalle en la Sección 7). La postura negativa que los austriacos toman hacia los bancos centrales se deriva del argumento de que una tasa de interés demasiado baja envía señales de precios erróneas a los empresarios, lo que a su vez conducirá a malas inversiones y, a la larga, a un ciclo de auge y caída.
Algunos representantes de la escuela austriaca han reconocido el papel del gobierno en la obtención de bienes públicos, como leyes de propiedad, vigilancia y defensa externa. Algunos austriacos, como Hayek, incluso llegaron a pensar en una renta mínima de inserción (Hayek 1944, 124–125). Por otro lado, los miembros más radicales relacionados con la tradición del anarcocapitalismo, como Murray Rothbard, han argumentado que el mercado puede proporcionar incluso los bienes públicos de mejor manera que el estado (Holcombe 2014, 105-106). En conclusión, se puede afirmar que, a pesar de todo, hay una fuerte conexión entre la escuela austriaca contemporánea y las posiciones filosóficas del liberalismo.
En vista del fracaso de la teoría económica convencional en el contexto de la crisis financiera mundial, los representantes de la escuela austriaca han argumentado que la teoría austriaca del ciclo económico (TACE) ofrece una alternativa válida que puede proporcionar una mejor explicación de las crisis económicas (Holcombe 2014, 69). La TACE fue desarrollada en primer lugar y fundamentalmente por Hayek, quien incorporó a su marco analítico la teoría del capital y el interés de Böhm-Bawerk y la teoría monetaria de Mises. Sobre esta base, Hayek desarrolla una teoría endógena de la sobreinversión, que comienza con una economía en equilibrio. Sin embargo, este equilibrio se ve interrumpido cuando los bancos otorgan crédito adicional a los empresarios. Si una mayor creación de crédito no coincide con un mayor ahorro, es decir, si se crea dinero cuando el precio del mismo (la tasa de interés) está por debajo de la tasa de mercado «natural», entonces se desarrollará un ciclo de auge y caída y, finalmente, una crisis. Al ver las bajas tasas de interés e interpretarlas como una señal del mercado, los empresarios asumirán que los consumidores han cambiado sus preferencias y quieren consumir menos en el presente y más en el futuro. Como consecuencia, según Hayek, los empresarios invertirán su dinero adicional, que obtuvieron como crédito, comprando bienes de capital, lo que a su vez les permitirá acumular un proceso de producción más largo (oportunamente) y tecnológicamente más avanzado que generará más ingresos. Haciendo referencia a las etapas de producción de Böhm-Bawerk, Hayek representa esto mediante un triángulo. En el triángulo, prolongar el proceso de producción hace que este consuma más tiempo, pero también resultará en una mayor cantidad de bienes de consumo a un precio más bajo al final del proceso de producción (cf. Quaas y Quaas 2013, 155, 203-204).
Figura 1. Efectos de cambiar a un proceso de producción más largo y más eficiente, elaboración gráfica de Hayek[vi]
Si este proceso se logra a través de un mayor ahorro, no resulta problemático y se traduce en un aumento general del bienestar. Sin embargo, si el responsable de los cambios en el proceso de producción es la expansión del crédito, habrá una escasez de bienes de consumo en el presente, debido al hecho de que los empresarios, por medio de los créditos, tienen más poder de compra en comparación con los consumidores y los superarán comprando bienes de consumo, que convertirán en insumos para sus procesos de producción. En consecuencia, los precios suben y el consumo baja. Por lo tanto, los consumidores se ven “forzados” a ahorrar en el presente, para que los empresarios puedan producir bienes de consumo en el futuro. Sin embargo, dado que el ahorro no es voluntario, sino que solo se produce como consecuencia de la decisión de los bancos de ampliar el crédito, se transmite a los empresarios una señal de precio errónea con respecto a los futuros deseos de consumo de los consumidores. Esto significa que los empresarios invertirán en procesos de producción para bienes que eventualmente no se venderán. Las inversiones, por lo tanto, resultan ser malas inversiones. Una vez esto se hace evidente, se desata una crisis. En consecuencia, los bienes de consumo se vuelven escasos, lo que los hace relativamente caros, y los bienes de inversión están vinculados a procesos de producción incorrectos. De acuerdo con la TACE, la crisis ayuda a restablecer las señales de precio correctas, lo que conducirá nuevamente a inversiones rentables en los procesos de producción correctos.[vii]
Por razones de espacio, esta explicación de la TACE es muy rudimentaria. No obstante, la siguiente sección tratará brevemente las críticas previas y contemporáneas a la teoría. Piero Sraffa realizó una primera crítica fundamental de la teoría de Hayek. Sraffa (y otros) criticaron el argumento de Hayek sobre la tasa natural de interés al señalar que, de acuerdo con este argumento, tendría que haber una tasa natural de interés para todos los productos (Quaas y Quaas 2013, 166–169). Joan Robinson proporcionó otra crítica al cuestionar hasta qué punto la tasa de interés de un triángulo (es decir, un proceso de producción) estaba relacionada con el stock total de capital (y su tasa de interés). En Quaas y Quaas (2013) hay una crítica más reciente, además de un resumen y una elaboración más detallada de estas críticas anteriores. Georg Quaas aborda los déficits lógicos, conceptuales y empíricos de la teoría. Una crítica es que si el modelo se concibe aritméticamente, ya no se puede mantener u observar la diferencia entre un cambio en la economía que resulta del ahorro voluntario versus un cambio que se produce debido a la expansión del crédito (218–223). Además, el modelo aritmético conduce al resultado aparentemente paradójico de que un proceso de producción más intensivo en capital y, por ende, más rentable, reduce la productividad del capital (214). Desde un punto de vista conceptual, se puede cuestionar la perspectiva lineal sobre los procesos de producción, ya que deja fuera la posibilidad de procesos circulares (224). Por último, la teoría tampoco proporciona una explicación de la última crisis financiera cuando se evalúa con datos empíricos (244–248).
Nuevos austriacos como Ludwig Lachmann (1986) y Roger Garrison (2001, 2004), entre otros, han respondido a algunas de las críticas y han tratado de desarrollar la TACE.
Otro campo de investigación investigado por la escuela austriaca es la teoría del empresario. Las contribuciones recientes distinguen entre los empresarios de Schumpeter (emprendedores pioneros) y los empresarios de Kirzner (emprendedores adaptativos). Mientras que se considera que el primero interrumpe y destruye los equilibrios económicos e introduce un cambio revolucionario, el último tipo es adaptativo y procura desarrollar formas rentables que vuelvan a equilibrar el mercado (Hall y Martin 2011; Douhan y Henrekson 2007, 4).
Como ya se dijo en la introducción, tal vez la mejor manera de diferenciar las diversas líneas de pensamiento dentro de la escuela austriaca sea incorporando una perspectiva histórica que identifique a un total de cinco generaciones de austriacos. (En la Sección 11 se puede encontrar una lista más completa de los integrantes asociados con cada una de estas generaciones).
La primera generación, que rodeaba a Menger (1840–1921), se caracteriza por el desarrollo de la teoría del valor subjetivo, el marginalismo y la utilidad marginal, así como por un enfoque en el individuo. Además, el Methodenstreit con la Escuela Histórica Alemana aparece como un hito durante esta generación y Menger defendió y desarrolló su teoría deductiva en el desarrollo de este debate. Además, la teoría monetaria, la incertidumbre, el conocimiento y el tiempo desempeñaron un papel en el trabajo de Menger (Blumenthal 2007, 36). Los mayores representantes de la segunda generación son Friedrich von Wieser (1851–1926) y Eugen von Böhm-Bawerk (1851–1916). Como ya se mencionó, Böhm-Bawerk desarrolló una teoría del capital y el dinero que concede un peso especial al tiempo. Por el contrario, Wieser es conocido por su desarrollo de una manera en que los precios de los factores de producción se calculan hacia atrás a partir de los precios (subjetivos) de los bienes de consumo. Sin embargo, Wieser también realizó análisis sociológicos difíciles de reconciliar con el individualismo radical de otros austriacos (Arena 2010). Sin embargo, la tercera generación de economistas que emergió en Austria y tuvo algún vínculo con los miembros anteriores y sus instituciones rompió con la tradición analítica del individualismo y con la tradición política del liberalismo.
Carl Grünberg (1861–1941) y Othmar Spann (1878–1950) son dos académicos que representan esta ruptura radical (Quaas y Quaas 2013, 78). Casi al mismo tiempo, Ludwig von Mises (1881–1973) construyó una nueva generación de austriacos con un enfoque científico y analítico diferente en su Privatseminar. La cuarta generación, de la cual muchos tuvieron que emigrar a los Estados Unidos como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, está compuesta principalmente por miembros del seminario de Mises. Si bien algunos de los participantes finalmente se dispersaron y asumieron roles científicos fuera de la comunidad de la escuela austriaca, el miembro del seminario que destaca por su importancia para los austriacos contemporáneos es, sin lugar a dudas, Friedrich von Hayek (1899–1992). Junto con Mises, Hayek elaboró la interpretación de la escuela austriaca a la que se refiere la quinta generación de austriacos. Esta interpretación se fundamenta sobre un fuerte liberalismo de mercado, así como en el conocimiento, la teoría monetaria y los ciclos económicos. En este contexto, sin embargo, cabe decir que todavía hay algunas diferencias entre los seguidores de Hayek y los de Mises. Como se mencionó en la Sección 5, hay diferentes actitudes con respecto a lo empírico y la praxeología. Los miembros más prominentes de la quinta generación o los Nuevos austriacos son Ludwig Lachmann (1906–1990), Murray Rothbard (1926–1995) e Israel Kirzner (1930–). En cuanto al interés principal de investigación de los austriacos contemporáneos, Richard Neck identifica el análisis institucional, la teoría macroeconómica en particular con respecto a la deflación, la teoría del crecimiento y las cuestiones sobre el surgimiento de regulaciones como campos actuales de investigación (Neck 2014, 123).
En cuanto a los vínculos de los austriacos con otras ciencias, cabe observar que algunos miembros de la escuela han dedicado su carrera posterior a la teoría social y la filosofía. La carrera de Hayek es un caso ejemplar de este patrón. El énfasis en la hermenéutica, prominente entre los Nuevos austriacos, y también la proximidad al trabajo de Max Weber que a menudo se menciona (cf. Kobayashi 2010) coloca a los austriacos, en ciertos temas, en una posición cercana a la de las ciencias sociales interpretativas.
La centralidad de la demanda y la oferta, el individualismo, el marginalismo y los costes de oportunidad, por otro lado, implica la proximidad de la escuela austriaca a la economía neoclásica (Koppl 2006, 239). Existe una proximidad similar con respecto a las recomendaciones de políticas, que favorecen el fortalecimiento del mercado frente al estado. Además, existen vínculos con la economía evolutiva, en particular con respecto a los conceptos de innovaciones y del empresario (Koppl 2006, 237), así como con la psicología, con la economía del comportamiento con respecto al papel del conocimiento y con la nueva economía institucional. (Koppl 2006, 235).
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La relación entre la escuela austriaca y lo que hoy se considera la economía dominante ha estado históricamente caracterizada por tensiones. Las dos primeras generaciones de economistas austriacos (en particular Menger, Böhm-Bawerk y Wieser) centrados en el individualismo metodológico, la teoría del valor subjetivo y la utilidad marginal encajaron razonablemente bien con la economía neoclásica y contribuyeron al desarrollo de la misma. Sin embargo, el énfasis concedido a temas como la agregación de conocimiento y una teoría monetaria del ciclo económico (por ejemplo, por Mises y Hayek) los ha apartado (y a sus seguidores) al margen de la corriente dominante (Milonakis y Fine 2009, 245–246). Otro aspecto que separa a los austriacos contemporáneos de la corriente dominante es su enfoque hermenéutico en la interpretación del comportamiento humano y el rechazo de los métodos econométricos comunes en la corriente dominante. Los austriacos contemporáneos se ven a sí mismos como parte de la heterodoxia en la economía, que se entiende como parte de una corriente principal heterodoxa de reciente aparición, es decir, no neoclásica (Koppl 2006). Sin embargo, como se mencionó anteriormente, la enérgica distinción que los nuevos austriacos aplican al compararse con la corriente principal también se puede interpretar como una estrategia consciente de adoptar una perspectiva para presentarse como un paradigma de investigación alternativo.
Friedrich A. von Hayek Gesellschaft
Quarterly Journal of Austrian Economics
1. Generación
2. Generación
3. Generación
4. Generación
5. Generación (Nuevos austriacos)
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[i] Hayek, no obstante, también consideró un caso en el que una distorsión podría conducir a la vuelta al equilibrio del mercado anterior (Hayek 1935)
[ii] Joseph Schumpeter, quien a menudo es considerado como el fundador de la economía evolucionista y uno de los fundadores de la socioeconomía, aunque también se asocia con la escuela austriaca, tuvo dudas sobre si esta función de la innovación empresarial podría sobrevivir a largo plazo. Según Schumpeter, el aumento en el tamaño y la burocracia de las empresas y organizaciones llevaría a una “obsolescencia de la función empresarial”, que junto con otros desarrollos resultaría en el fin del capitalismo (cf. Schumpeter 2011 [1942], 131–139; Quaas y Quaas 2013, 85–88; Milonakis y Fine 2009, 191–-210).
[iii] Böhm-Bawerk realiza una ponderación de los periodos de producción, en los que un periodo más remoto en el tiempo recibe un peso mayor. Además, argumenta que el periodo de producción promedio puede usarse para evaluar la eficiencia general del proceso de producción. Véase también Quaas y Quaas (2013, 72–73).
[iv] «Methodenstreit (“disputa sobre el método” en alemán) en la historia intelectual más allá del discurso en lengua alemana, fue una controversia económica, iniciada en la década de 1880 y que persistió durante más de una década, entre la escuela austriaca de ese campo y la escuela histórica (alemana)».
[v] Los adversarios de los austriacos en este debate fueron los economistas marxistas y neoclásicos. Los neoclásicos Kenneth Arrow y Leonid Hurwicz formularon el modelo del austro-marxista Oskar Lange matemáticamente en la década de 1960, ofreciendo una solución analítica para el cálculo de precios en un sistema socialista dentro del marco de la economía neoclásica.
[vi] Ilustración gráfica de Roger Garrisson: véase http://www.auburn.edu/%7Egarriro/b3beyond.htm
[vii] Para una explicación un tanto diferente de Roger Garrisor que usa la frontera de posibilidades de producción (FPP), véase https://www.auburn.edu/~garriro/ppsus.htm
Título | Conferenciante | Proveedor | Inicio | Grado |
---|---|---|---|---|
An Introduction to Political Economy and Economics | Dr Tim Thornton | n.a. | 2022-01-30 | debutante |
IWP Wiki
http://www.iwp.jku.at/wiki/index.php/%C3%96sterreichische_Schule_der_National%C3%B6konomie
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La Découverte
L'École Autrichienne d'Économie: une Autre Hétérodoxie
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Septentrion Presses Universitaires
Introduction à l’École Autrichienne d’Économie
Año de publicación: 2018
Editions de l’institut Coppet